5 de agosto de 2012

Otras religiones y espiritualidades son posibles: teologías feministas y queer

"Otro Dios es posible"


"Dios nos hizo Queers"



La teología (del griego: theos 'Dios' y logos: 'estudio, razonamiento'), consiste en 'el estudio de Dios' y, el conjunto de conocimientos acerca de la divinidad. Por eso todas las religiones se dedican, en todas las épocas, a teorizar, a analizar, a proponer corrientes de pensamiento que van aportando, desde hace siglos, nuevas ideas y propuestas. Las teologías ecologistas, las teologías feministas, poscolonialistas, pacifistas, etc son, como la teología Queer, corrientes alternativas al discurso hegemónico de las Iglesias, por lo que es transversal a todas las religiones. 




La teología queer surgió en los años 90 del siglo XX , de la teología feminista y la teología gay,  que se dedicó a destrozar todos los supuestos patriarcales en los que se han asentado las religiones monoteístas, y a visibilizar a todos los invisibles, a los raros, a los diferentes, a los más marginados del régimen heterosexual, blanco, y capitalista.

Los y las teólogas de ese movimiento queer  se pusieron a lanzar preguntas y destruir ideas preconcebidas.  Dios puede no ser uno solo, Jesús puede ser marica y trans, Dios puede ser Diosa, o pueden ser muchas. 

"Nuestros dioses son queer porque son lo que queremos que sean. No hay definiciones ni modelos finales sino sólo identidades maleables Marcella Althaus Reid.

Los y las diosas queer son inclasificables, inabarcables, diversas e incluyentes. Son seres múltiples que no se ajustan al modelo androcéntrico y heterosexual, son divinidades más allá de las etiquetas: 

 “Dios es una categoría tan inestable como el propio sexo”. Marcella Althaus Reid




Para Marcella Althaus Reid toda teología es sexual. Cree que el desorden y la 
desjerarquización son valores absolutos, desenmascaradores y liberadores, y que la teología debe promover estos valores. 

“La teología es básicamente un arte incoherente. Si fuéramos a usar metáforas inspiradas en el nuevo testamento diríamos que la teología es el arte de meterse en la cama con Dios aunque evitando el sexo pleno.” 

Althaus Reid nos recuerda que, contra esta tendencia, la figura de Cristo puede interpretarse desde un modelo alternativo ya que Jesús fue un “mesías doliente” (226), un desorden que no podía ajustarse a ningún patrón previo ni podía encajar en ningún esquema de dominación pre-establecido. Esta hermenéutica cristológica de la trasgresión parte de la experiencia sexual del fetichismo. Según Paula Moles, la teología indecente se nutre precisamente del goce excedente de las perversiones.




El queer de Reid sostiene que la cultura popular tiene en sí misma una energía anarquista que desborda la normatividad impuesta de las hegemonías de turno. La teóloga rescata la contra-cultura como un sujeto revolucionario constante y saca  a la luz  la fuerza disolvente y creativa que tiende a una horizontalidad igualitaria.

La teología queer saca a la luz el lado oscuro de todas las religiones. Condena su represión sobre los cuerpos, rompe con el machismo y la jerarquía de las religiones, hace nuevas propuestas y re-piensa multitud de conceptos y mitos sagrados, como por ejemplo, de la Virgen María: 

“La Vigen María es un caso de teología casuística feminicida”, 

“Los partos de vírgenes no son hechos”, 

“María no existe más allá de nuestra imaginación religiosa” 

“La mayor paradoja de esta cuestión trascendental proviene asimismo del hecho de que  pobreza y virginidad no concuerdan en la vida de las mujeres. Las pobres son raramente vírgenes, porque pobreza en Latinoamérica significa condiciones atiborradas de violencia y promiscuidad en las que las muchachas son violadas antes de la pubertad"



Otra autora queer estupenda es Santa Elisabeth Stuart, canonizada en vida por Las Hermanas de la Perpetua Indulgencia. Fue la primera teóloga universitaria especializada oficialmente en cuestiones de teología gay, lesbiana y queer. Para ella, cuatro criterios definen la posición y la teología queer:

• 1º.- Desactivar el esencialismo en materia de identidades sexuales (hombre, mujer, homosexual, heterosexual, etc), que no son universales ni inmutables, sino construidas como resultado de un convenio social.
• 2º.- Toda construcción se hace con las dificultades de la relación con el poder (no hay nada más allá del poder), sobre todo desde el punto de vista de las categorías, las etiquetas y de quien las pone.
• 3º.- Enseñar y aprender a vivir/actuar las identidades permite en cierta medida asumirlas.
• 4º.- No podemos salir completamente de las identidades, pero sí que podemos “arreglarlas”.

Finalmente,  Stuart resalta la importancia de la parodia en tanto repetición, con una diferencia crítica, de la verdad cristiana. De ahí las famosas performances de esta orden religiosa drag-monjil(como se autodefinen sus miembros), que no tienen por único objeto tirar tapias, sino también acercar a la imagen de un Dios menos envarado y, en definitiva, más Dios. 





El movimiento queer anglosajón entiende que todos somos "hermanxs queer", incluidos los seropositivos,  la comunidad negra, los discapacitados, las personas transgénero, los presidiarios, los prostitutos, las bolleras, las diferentes, los raros. 

La teoría queer vuelve a los textos bíblicos para volver al tratamiento de homosexuales y transexuales en ellos. Las disputas son variadas, pero las imágenes son impactantes: 

"Si la imagen de Yahvéh en la Biblia Hebrea es mayormente la de un eterno gay solterón, indiferente o hostil a las diosas, pero siempre en búsqueda de un guapo escudero/rey, y finalmente encarnado en un Jesús soltero quien en el Cuarto Evangelio aun tiene su Discípulo Amado, y puesto que Pablo y sus colegas en misión son mayormente solteros que trabajan en parejas del mismo sexo, el problema con la Biblia es de los heterosexuales y sus familias modernas nucleares, que no encuentran modelos o paradigmas ni en la Biblia ni en la tradición cristiana".

Otras autoras y autores queer reivindican la forma en que Jesús incluía a las putas, a los mendigos, a los marginados del sistema, y su capacidad para transformarse. Marcella escribió "La Teología de los Indecentes" para examinar la dialéctica entre la decencia y la indecencia, y explorar una teología de historias sexuales de los márgenes:

 " La teología es un acto sexual, y los teólogos indecentes han de ser actores sexuales de una praxis comprometida con la justicia social y la transformación de las estructuras de opresión económica y sexual en la sociedad".



El Queer teológico insiste mucho en visibilizar el lado oscuro de cada religión. Toda los manuscritos que han quedado ocultos en los archivos eclesiásticos por razones políticas. Los teólogos queer señalan toda la subjetividad patriarcal de los traductores de los textos bíblicos. Llevan a cabo lecturas diferentes de las oficiales, y ponen de relieve todo aquello que se ha ocultado en los armarios porque no encajaba en la moral patriarcal y jerárquica de la Iglesia. Además, denuncia la rigidez y el aniquilosamiento de las religiones, algunas invulnerables al paso de los siglos, e insensibles a los cambios sociales y culturales de su época: 

“La naturaleza de la vida cristiana no ha sido nunca la repetición constante e idéntica de una verdad original, como reivindica el fundamentalismo, sino más bien una improvisación sobre un tema, una repetición no idéntica de una tradición actuada (performed) en diferentes contextos”. Elisabeth Stuart

Como movimiento de liberación, la teología queer lucha por la inclusión de todos y todas en el reconocimiento de los derechos humanos, un concepto que parece existir solo para determinados individuos de algunos países desarrollados. Para el resto del planeta, los derechos humanos son aún una utopía, porque vivimos en un mundo jerárquico y por tanto, desigual. 

Del mismo modo que Jesús se unió a los apestados, a los leprosos, a los discapacitados, a las putas, la teología Queer defiende la igualdad: 

"Creemos y enseñamos que “Dios no hace diferencia entre las personas (Hch. 10,34) pues todas somos creadas a su imagen y semejanza (Gn. 1,26), por lo tanto, iguales en dignidad y derechos". DIVERSIDAD CRISTIANA

La teología Queer pretende superar a la teoría de la Liberación, a la que acusa de luchar contra la pobreza pero sigue siendo, en esencia y estructura, patriarcal en sus discursos y acciones. Los teólogos de liberación, que tardaron décadas antes de reconocer que la mayoría de los/as pobres son mujeres, ahora están tardando décadas en reconocer que un buen número de las mujeres son de color y lesbianas (para no hablar de los pobres gay/homosexual/queer).  



En todas las iglesias hay una fuerte corriente contracultural y antipatriarcal que va desde las parroquias hasta los congresos, pero los medios solo visibilizan el discurso oficial basado en la hegemonía patriarcal y alejado de la realidad social actual. Más allá de los jerarcas eclesiásticos, de las instituciones hegemónicas hay todo un mundo de pensadores y pensadoras, pastores, profesores, colectivos de mujeres, ongs, etc que están debatiendo y proponiendo nuevas concepciones y metodologías teológicas, derribando muchas concepciones religiosas que hasta ahora no habían sido cuestionadas. También están haciendo una gran labor social en el ámbito del VIH, la violencia contra las mujeres y las comunidades gays, están impartiendo educación sexual y afectiva, y están trabajando en las áreas más marginales, empoderando a todos los colectivos que son marginados por el heterosexismo, el racismo, el machismo y el capitalismo.

“No es posible para la persona cristiana, en particular, proclamar a Dios en la persona de Jesús y al mismo tiempo cerrar nuestras vidas y nuestras puertas a las comunidades de trangéneros, transexuales y travestis. Es hora de hacer de nuestras comunidades unas de bienvenida extraordinaria a toda persona y punto”   J. Manny Santiago, pastor bautista estadounidense.





En Latinoamérica la teología Queer es apasionante, por la grandisima labor de  las comunidades feministas para organizarse y luchar contra los feminicidios, y el importante papel de las comunidades LGBT y trans contra la discriminación por orientación de género. El Queer avanza con fuerza en su lucha por los derechos de (todo@) los seres humanos: inmigrantes, indígenas, activistas políticos y sociales, mestizos, vagabundos, stripers, travestis, transexuales, homosexuales, bisexuales, etc. Y propone crear otras estructuras una vez que logremos derribar todos los presupuestos misóginos que impregnan la cultura romántica patriarcal latina y los prejuicios patriarcales que anidan en la fe religiosa. Porque estos presupuestos y prejuicios sirven como mecanismo antirrevolucionario y como herramienta de opresión en todo el continente. 

El Queer latino pretende alejar los cuerpos del poder político, económico y eclesiástico, y visibilizar la diversidad de divinidades en América Latina, sumamente enriquecedora debido a la cantidad de culturas y de religiones que aún perviven resistiendo a la globalización y el neocolonialismo y que conviven en todos los países del Sur y de Centroamérica. Los religiosos queer no solo luchan  por los derechos humanos, los seres vivos y la Naturaleza, sino que también exigen la recuperación de la tierra y el agua por parte de las comunidades minoritarias, y reivindica la inmensa diversidad de creencias, rituales, ideologías, que cohabitan en todo el continente. El culto a la Pachamama y a deidades femeninas o intersexuales pervive y es reivindicado  en todas estas sociedades, conectadas con el concepto de la Gran Madre Tierra como deidad primigenia. 

Los principales teólogos y teólogas queers son Marcella Althaus Reid (argentina), James Nickoloff (peruano) y André S. Musskopf (brasileño), Nancy Cardoso,  Hugo Córdova, Hemberg Darío García, Daniel Fernández, José Vaz Magalhes, Wendy Mallete, Loreto Fernández, Abel Moya, Daniel Jones, Cruz Edgardo Torres, Juan Fonseca, y un largo etcétera de pensadores y pensadoras que desde dentro de sus comunidades religiosas están llevando a cabo un análisis profundo de las viejas estructuras y una propuesta alternativa al discurso hegemónico y patriarcal. 








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